Testimonio de un privado de libertad
Mientras las personas caminan por las calles, dedican su tiempo libre a realizar sus
actividades favoritas, comparten con sus familiares, organizan una reunión por las
festividades de la ciudad o simplemente disfrutan de una noche de jolgorio entre
amigos. En el Centro de Privación de Libertad de Varones de Azogues, 150 individuos
purgan su pena en celdas reducidas, en una cárcel que no es un hotel cinco estrellas, sino un lugar donde estar “preso”, significa dolor, frustración y rabia.
Ingresar a este sitio ubicado en el sector de Zhigzhiquín, no es nada difícil si se está llevando una vida inapropiada y contra lo que establece la ley, por un error, un mal momento, una decisión equivocada o una jugarreta del destino; la vida da un giro inesperado para insertarse en el mundo de las “personas privadas de la libertad”.
Días, meses, un año, dos, cinco, diez, veinte o treinta, para un ciudadano común puede ser muy poco tiempo, pero para un procesado puede convertirse en un siglo, porque cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día que pasa lentamente, su sueño de libertad se vuelve un anhelo para sobrellevar una sentencia.